El espacio era desconocido, sus ojos dolían con aquel dolor que se siente por primera vez. Su respiración se aceleraba rebasando los límites que alguna vez escuchó eran saludables. Pese a su confusión, logró entender que algo definitivamente no andaba bien.
A lo lejos el sonido de las voces y la ambulancia le resultaban sobrecogedoras, al mismo tiempo que novedosas. - Algo pasa- pensaba constantemente, - algo me pasa, lo siento hasta en las más pequeñas fibras de mi piel.... La voz... aquella voz, que en medio de todos los otros ruidos lograba reconocer, como si la llevara tatuada en los oídos del alma; al fin algo le resultaba familiar, al menos lo suficiente como para llevar calidez a su tormentoso momento.
En su cabeza las dudas afloraban: "¿Quién ha decido por mí?, ¿Quién ha elegido despojarme de la tranquilidad, y el silencio?. ¿ Quién tomó en sus manos el libro de la vida para jugar con mi nombre?"
Los minutos eran horas, y sin darse cuenta, el espacio húmedo y frío que percibía a su alrededor se torno mucho menos hospitalario. Se preguntaba cuánto tormento más hacía falta. Cansado de luchar y aferrarse a aquello que conocía como vida, decidió fluir, dejarse llevar. Fue en ese instante que lo supo, el momento había llegado. Era hora de partir, de dejar su vida atrás para comenzar de nuevo. Para empezar a morir. Era hora de NACER...
Porque ese día entendió que desde que se nace.... se muere...
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